martes, 10 de noviembre de 2009

Otra vez....Aqui....solo y reportando la ausencia que tanto nos encanta


Desde las puertas del Averno se levanta trémulamente el pensante humano que alguna vez fue y transgredió el orden natural. Se queja adolorido de su noble existencia cuadrada, sus manos de seda gastada, sus anteojos negros de carey roídos por la intemperie de los años malsanos. No sabe, que bajo el almohadón gris de terciopelos y las cortinas de verde británico, se halla un ejemplar de la vida del universo con todas las soluciones al final de la pagina. Evidentemente, la frivolidad que surgida de las líneas de ensamblaje le esta succionando lo poco de original y propio que cada vez distingue menos en el espejo.
Se amolda y se convierte en un adoquin más de los suburbios salteños que destellan transculturación y mestizaje. Se debate entre la conciencia cinéfila o los paseos por las comunidades de amigos; aquellos espacios sagrados cargados de exclusividad en forma de enunciado "Familiar". Y sueña en el sillón donde todos los puntos del universo convergen e ironizan a Borges. Se percibe bajando el aroma de los burdeles, la calle de las esperanzas disfrazadas de sexo, o el sexo concebido como parte de la esperanza. "Liberen sus espermas", gime a lo lejos una comerciante de placer hedonista, mientras su onírico navegar se torna turbio, inhóspito y recalcitrante.
¿Qué sera de ti, viejo conquistador de los arrabales del Norte? ¿Cuál es el estandarte perdido? ¿En cual de todas las contiendas laceraron el aura plateada que tanto ostentaba al borde de la frontera? ¿Por que dejaste la patria cuando te necesitaba? Tal vez la consigna se destile de sus dedos, de sus ademanes de intelectual comprometido, de exiliado. Quizás (y esto es tan probable como la salvación de la humanidad) pueda comenzar a reconstruir su vida, partiendo de ese espacio perdido, ese tiempo discontinuo y la fragmentación sensitiva que las cárceles le han dejado.
Entonces el campanario de un convento devenido en escuela anuncia la llegada del crepúsculo. Ya es tarde; son más de las siete. María debe esperar bajo el lapacho amarillo de la avenida Libertad a la altura de Independencia. Si llega tarde esta vez será el fin de los fines: el acabose real de sus grandes relatos. Si llega tarde sera de nuevo esa sensación. Ese estar parado sobre la tierra renegrida por la lluvia, aunque las huellas no se marquen en el barro, el viento lo atraviese a uno como una puerta abierta, mientras el sol no refleje sombra. Si llega tarde será la encarnación de lo inmaterial: será Dios que no tiene contacto con los mortales. La profecía se cumplirá dando pie a un arquetípo cada vez más común, más triste, más servicial. Una fila de seres que no tejen hilos en la historia se hallan ahora poblando las periferias de estos pueblos perdidos. Son los solitarios que han aprendido a jugar a las escondidas de uno y a contar a anécdotas al estruendo. Son ellos los que gritan el antiguo nombre del rayo y el trueno en las noches de verano. Y María se cansara de esperar que el llegue de nuevo, así, como el mundo lo escupió a la vida: solo. Solo con su cassette de Sui Generis y sus zapatos de charol....

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